domingo, 8 de abril de 2007

La noche del 31 de octubre, víspera del primero de noviembre los celtas celebraban el inicio del nuevo año y el final del verano, dado que el año se dividía en sólo dos estaciones, la de invierno y la de verano. La sociedad celta, que tenía una base rural centrada en la agricultura y el pastoreo, daba a esta fecha una gran importancia porque era el momento del año en el que sus vidas cambiaban radicalmente. El ganado bajaba de las colinas donde había estado pastando durante el verano y la gente se resguardaba en sus casas durante las largas noches de invierno dedicándose a contar historias y a realizar artes manuales. Esa noche también era propicia para examinar los presagios del futuro.
Para celebrar este momento los Druidas encendían grandes fogatas y dedicaban la noche a Samhain, el caballero de la muerte. Se sacrificaban animales con el fin de aprovisionarse para el invierno y, aparentemente, con el fin de protegerse de los malos espíritus ya que los celtas también creían que los espíritus de la muerte regresaban a sus moradas terrenales durante esa noche a pedir alimentos a los habitantes a quienes maldecían y hacían víctimas de sus conjuros si no accedían a sus peticiones. Tal vez de esta creencia surge posteriormente la frase "o me das algo o te hago una travesura" que es la traducción de "trick or treat", (también truco o trato) y es cuando los niños van de casa en casa pidiendo golosinas y amenazando (inocentemente) con hacer una travesura si sus deseos no son satisfechos.
Durante la celebración de la noche del 31 de octubre el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal que cualquier ser vivo podía descender al mundo inferior para comunicarse con ellos en una especie de confusión cósmica, lo que ha dado lugar al nacimiento de una multitud de leyendas al respecto. Durante esta noche los muertos podían estar entre los vivos, era el tiempo cuando el velo entre los mundos estaba más delgado y los vivos podían también comunicarse con sus seres queridos ya fallecidos.